El Castillo de Teayo, vestigios de la ocupación tolteca

Este sitio peculiar y arqueológico se localiza en la huasteca veracruzana

Por Édgar Escamilla

Imponente se yergue en medio de la plazoleta aquel basamento arqueológico de 11.3 metros de altura, conocido por todos como Castillo de Teayo, aunque originalmente el nombre del centro ceremonial estaba asociado a la abundancia de árboles de zapote; los huastecos lo llamaban Tsapotitlan.

Este sitio peculiar y arqueológico se ubica en el centro de la cabecera municipal de Castillo de Teayo, nombrado así por la historia detrás de su descubrimiento en la segunda mitad del siglo XIX.

Se trata de un asentamiento huasteco durante el periodo clásico tardío y pos clásico temprano, entre los años 800 y el 1,200 de nuestra era, pero además registra una presencia tolteca entre los siglos IX y X, cuando este pueblo del altiplano pasó por la zona en travesía hacia el Golfo de México, con dirección a Tabuco, actualmente conocido como Tuxpan.

Se estima que el edificio era utilizado como centro ceremonial, en el que inclusive se practicaron sacrificios humanos, aunque la evidencia arqueológica es muy poca ante la falta de investigación. Los toltecas, después de salir de Tulan y vagar entre la Sierra Madre Oriental, llegaron a Tsapotitlan y realizaron una primer ceremonia en ese altar.

Más tarde sufrieron otra conquista militar a cargo del pueblo mexica, a finales del siglo XV y principios del siglo XVI; sin embargo, éstos abandonaron la ciudad, huyendo de los conquistadores españoles, trasladándose hacia los municipios de la Sierra Huasteca, en la zona Ixhuatlán de Madero y Chicontepec, guareciéndose entre las montañas.

Después el sitio quedó nuevamente en el abandono, hasta que en junio de 1870, ya en el México independiente, un grupo de extranjeros españoles, italianos y húngaros, partió de Tuxpan para tratar de asentarse en Tihuatlán, pero fueron desplazados hacia la antigua Hacienda de Teayo. Existen dos aproximaciones a la raíz del vocablo: La palabra Tetl, que significa piedra, y la palabra ayotli, que se traduce como calabaza; o bien, ayotl, que significa tortuga.

Cuenta la leyenda que un trabajador de la Hacienda, experto cazador, se aventuró cerca de cuatro kilómetros en lo espeso del monte, encontrando lo que le pareció un castillo. El edificio, a diferencia de otras zonas arqueológicas, no estaba cubierto de tierra, la estructura estaba a la intemperie, pero en sus paredes había crecido vegetación.

Otro de los nombres que recibió fue: Castillo en la Montaña, pero no fue sino hasta 1879 que se le reconoce el título de municipio libre, que es nombrado Castillo de Teayo, trasladándose hasta este lugar las oficinas de gobierno, ya que antes se recibía toda clase de documentación en la antigua Hacienda.

Foto: Édgar Escamilla

En el lugar se han encontrado representaciones de los dioses Tláloc, Quetzalcoatl, Chicomecoatl, Macuilxochitl, entre otros, conforme se fueron realizando excavaciones para la construcción de las casas modernas.

La gente del lugar tenía la costumbre de colocar alrededor de la cruz del Barrio de la Cruz los ídolos que encontraban, pero en 1952, año en que construyó el parque alrededor del sitio, las trajeron a Castillo de Teayo y en 1988 en que se abrió el museo de sitio.

La población original de Tsapotitlan solía vivir en casas construidas con materiales orgánicos, abundantes en la zona, por lo que no quedan vestigios, salvo aquellos casos en los que había basamentos de piedra, los cuales han sido destruidos en su mayoría.

En la actual la escuela Enrique Rodríguez Cano, se presume que existía un pequeño basamento, el cual fue destruido durante la construcción de la escuela.

Aunque a simple vista no se pueden observar más edificios, como en otros centros ceremoniales, los basamentos se encuentran dispersos en los cerros aledaños. Actualmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene identificados asentamientos prehispánicos en 17 de las 33 comunidades que integran el municipio, todas muy deterioradas o casi destruidas.

No obstante, Castillo de Teayo resulta un lugar pintoresco, en el que se puede apreciar la influencia de tres culturas prehispánicas en un mismo edificio.

Foto: Édgar Escamilla
Foto: Édgar Escamilla

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